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A propósito del eterno debate sobre políticas públicas para la salud sexual y reproductiva en Chile.


He sido participe, desde hace más de 20 años, de la permanente tensión que han enfrentado los distintos gobiernos frente a la posibilidad de validar los derechos sexuales y reproductivos de los diferentes grupos de esta sociedad. En algunas ocasiones el debate ha sido puesto en la validacion de la anticoncepción para los adolescentes, en otros, respecto de la pertinencia de acceso en los servicios de salud pública a la anticoncepción de emergencia, o en los derechos a atencion de calidad en materia sexual a las minorias sexuales; y en lo mas extremo de la discusión, en la posibilidad de la despenalizacion del aborto, entendiendo que esta decision corresponde solo al ambito individual.

Un gran avance en estas materias se dio hace ya unos años con el lanzamiento de las normas de regulación de la fecundidad realizado por la Ministra de Salud de ese entonces, Soledad Barría, que represento todo un logro y que desafio en los años siguientes al aparato publico en la concrecion de importantes cambios en la calidad de atención de hombres y mujeres, respecto de su salud sexual y reproductiva. Lamentablemente de ese desafio hoy queda muy poco en el quehacer clinico en los diferentes niveles de atencion de salud pero mas importsnte aun, en nuestras autoridades de salud.

Dado lo anterior y en virtud de aportar con una mirada desde la bioetica, me parece necesario realizar algunos alcances que permitan mirar la obligacion del Estado sobre estas materias, en terminos de normativa sanitaria, aportando una reflexion desde el marco de los derechos sexuales y reproductivos, y más allá de los juicios morales y valorativos particulares.

La toma de decisiones en el ámbito sexual requiere como principio básico la existencia de una adecuada información en materia de desarrollo y comportamiento sexual que permita a cada individuo, adolescente o adulto, hombre o mujer, evaluar las ventajas, desventajas y consecuencias posibles de cada alternativa de acción. Solo en virtud de ello, es posible la aplicación del segundo principio, el cual se traduce en analizar y evaluar la forma en que las alternativas posibles se corresponden y son consecuentes con el propio y particular sistema de valores sexuales.

De la misma forma, y respetando las diferencias en la ética sexual de cada cual, cada sujeto sexuado requiere de atención y de acceso a aquellas medidas diferenciales que posibiliten implementar sus decisiones de manera responsable, autogestionando el riesgo que para su salud pudiese implicar su decisión en materia reproductiva y sexual.

El Estado de Chile debe proveer, a todos sus ciudadanos, en forma equitativa, tanto información como servicios de atención en salud sexual que posibiliten a las personas mantener su estado de salud y disminuir toda circunstancia que pudiese ponerla en riesgo. Esa obligación no admite excepciones. Todos los individuos, desde su infancia hasta la adultez, son sujetos sexuados y por ende poseen un estado de salud sexual que mantener.

Por otra parte, las familias, y los padres o adultos significativos tenemos la obligación de apoyar a nuestros hijos en la formación y consolidación de una ética sexual, un marco de principios y valores que incluyan los derechos fundamentales, pero que claramente podrá ofrecer diferencias así como diversidad de familias existen y así como individuos particulares que somos.

De este modo y solo como ejemplo, podremos ser capaces, desde la normativa sanitaria de cumplir con un/una adolescente que no necesita de medidas anticonceptivas quien no será obligado/a a usarlas, como tambien con aquel que ha decidido iniciar su actividad sexual de forma responsable, brindandole acceso a las medidas de protección que cuiden su estado de salud.

Si cada uno se aboca a lo suyo y juntos como sociedad valoramos la sexualidad y dejamos de verla como un espacio de peligro per se, podremos ayudar a que las futuras generaciones tengan posibilidad de mantener un estado de salud sexual, distinta a la realidad que hoy conocemos, donde los adultos en un número no despreciable, enfrentan problemas de salud en materia sexual.

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