EL HOMBRE IMAGINARIO
"El hombre imaginario
vive en una mansión imaginaria
rodeada de árboles imaginarios
a la orilla de un río imaginario
De los muros que son imaginarios
penden antiguos cuadros imaginarios
irreparables grietas imaginarias
que representan hechos imaginarios
ocurridos en mundos imaginarios
en lugares y tiempos imaginarios
Todas las tardes tardes imaginarias
sube las escaleras imaginarias
y se asoma al balcón imaginario
a mirar el paisaje imaginario
que consiste en un valle imaginario
circundado de cerros imaginarios
Sombras imaginarias
vienen por el camino imaginario
entonando canciones imaginarias
a la muerte del sol imaginario
Y en las noches de luna imaginaria
sueña con la mujer imaginaria
que le brindó su amor imaginario
vuelve a sentir ese mismo dolor
ese mismo placer imaginario
y vuelve a palpitar/
el corazón del hombre imaginario"
Poemario Hojas de Parra
Ganymedes, 1985
Toco tu boca, con un dedo toco el borde de tu boca, voy dibujándola como si saliera de mi mano, como si por primera vez tu boca se entreabriera, y me basta cerrar los ojos para deshacerlo todo y recomenzar, hago nacer cada vez la boca que deseo, la boca que mi mano elege y te dibuja en la cara, una boca elegida entre todas, con soberana libertad elegida por mi para dibujarla con mi mano en tu cara y que por un azar que no busco comprender coincide exactamente con tu boca que sonríe por debajo de la que mi mano te dibuja.
Me miras, de cerca me miras, cada vez más de cerca y entonces jugamos al cíclope, nos miramos cada vez más de cerca y los ojos se agrandan, se acercan entre sí, se superponen y los cilopes se miran, respirando confundidos, las bocas se encuentran y luchan tibiamente, mordiéndose con los labios, apoyando apenas la lengua en los dientes, jugando en sus recintos donde un aire pesado va y viene con un perfume viejo y un silencio. Entocnes mis manos buscan hundirse en tu pelo, acariciar lentamente la profundidad de tu pelo mientras nos besamos como si tuviéramos la boca llena de flores o de peces, de movimientos vivos, de fregancia oscura. Y si nos mordemos el dolro es dulce, y si nos ahogamos en un breve y terrible absorver simultáneo del aliento, esa instantánea muerte es bella. Y hay una sola saliva y un solo sabor a fruta madura, y yo te siento templar contra mi como una luna en el agua.
Julio Cortazar. Rayuela.
La palabra placer, cómo corría larga y libre por tu cuerpo la Palabra placer
cayendo del destello de tu nuca, fluyendo
blanquísima por lo vertiginoso oloroso de tu espalda hasta lo nupcial de una caderas de cuyo arco pende el Mundo,como lo
músico vino a ser marmóreo en la
esplendidez de tus piernas si antes hubo dos piernas amorosas así considerando claro el encantamiento de los tobillos que son
goznes que son aire que son
partícipes de los pies de Isadora
Duncan la que bailo en la playa
abierta para Serguei
Iesénin. Como
eras eso y para mí la
danza, la contradanza, el gozo
De olerte ahí tendida recostada en tu ámbar contra
el espejo súbito de la Especie cuando te vi de golpe, ¡ con lo lascivo
de mis dedos te vi!, la
arruga errónea ,por decirlo, trizada en
lo simultáneo de la serpiente palpándote áspera del otro lado otra
pero tú misma en la inmediatez de la sábana……
Gonzalo Rojas, extracto de “la Palabra placer”
No es que muera de amor, muero de ti
Muero de ti, amor, de amor de ti,
De urgencia mía de mi piel de ti,
De mi alma de ti y de mi boca
Y del insoportable que yo soy sin ti.
Muero de ti y de mí, muero de ambos, De nosotros, de ese, Desgarrado, partido, Me muero, te muero, lo morimos. Morimos en mi cuarto en que estoy solo,En mi cama en que faltas,
En la calle donde mi brazo va vacío,
En el cine y los parques, los tranvías,
Los lugares donde mi hombro acostumbra tu cabeza
Y mi mano tu mano
Y todo yo te sé como yo mismo.
Morimos en el sitio que le he prestado al aire Para que estés fuera de mí,
Y en el lugar en que el aire se acaba
Cuando te echo mi piel encima
Y nos conocemos en nosotros, separados del mundo,
Dichosa, penetrada, y cierto, interminable.
Morimos, lo sabemos, lo ignoran, nos morimos Entre los dos, ahora, separados, Del uno al otro, diariamente,
Cayéndonos en múltiples estatuas,
En gestos que no vemos,
En nuestras manos que nos necesitan.
Nos morimos, amor, muero en tu vientre
Que no muerdo ni beso,
En tus muslos dulcísimos y vivos,
En tu carne sin fin, muero de máscaras,
De triángulos obscuros e incesantes.
Muero de mi cuerpo y de tu cuerpo,
De nuestra muerte, amor, muero, morimos. En el pozo de amor a todas horas, Inconsolable, a gritos,
Dentro de mí, quiero decir, te llamo,
Te llaman los que nacen, los que vienen
De atrás, de ti, los que a ti llegan.
Nos morimos, amor, y nada hacemos
Sino morirnos más, hora tras hora,
Y escribirnos y hablarnos y morirnos.
Jaime Savines